El hombre que sonreía desde la tumba.


¿Quieres saber cual es el testamento más hilarante de la historia? La última voluntad de un hombre rico e hipotecado a su sentido del humor. Charles Vance Millar (1853-1926) un exitoso abogado canadiense, cómico y bromista por vocación, decidió repartir su gran fortuna de manera insólita.  Una mansión para dividir entre los tres abogados más enfrentados del país. Acciones de un hipódromo para entregar a varios de los peores detractores del juego… y, sobre todo, el famoso concurso ‘natalicio’ propuesto al albacea en la cláusula número 9.

(…read also in english)

Extracto del testamento original del señor Charles Vance Millar. Fuente

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En una época de recesión, marcada por la Gran Depresión de finales de los 20,  el señor Charles Vance Millar decidió premiar con la mayor parte de su fortuna a la mujer de Toronto que más hijos engendrara durante un periodo de diez años tras su muerte. La propuesta fue, evidentemente, una bomba y estaba enfocada a fomentar la natalidad en el peor de los escenarios de crisis. La fortuna entregada al concurso rozaba el millón de dólares de la época y aseguraba la manutención vitalicia de varias generaciones.

«Mi última voluntad es necesariamente rara y caprichosa simplemente porque no tengo familiares o parientes cercanos y ninguna obligación para con mi patrimonio. Mi único compromiso es dejar prueba de mi locura con aquello que he ido recolectando por encima de lo estrictamente necesario durante toda mi vida.»  Charles Vance Millar

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Charles Vance Millar

Charles Vance Millar no era un abogado al uso. Graduado ‘Cum Laude‘ por la universidad de Toronto, pronto destacó también como un apasionado estudiante de la conducta humana y los límites perversos de sus diversiones. Guasón y chunguero constante, se atascó en la convivencia lo justo como para evitar perpetuarse y dejar descendencia. Todo el mundo se reía con él pero nadie le aguantaba y él era consciente de su cómica condena. Hasta su tumba.

Por deformación profesional todos sus chistes se basaban en la codicia y la pasión del hombre por el dinero. Su lema era aquél de «Todo hombre tiene un precio» y no era raro encontrarle por la calle escondiendo billetes de un dólar por las aceras sólo para ver la cara de sorpresa de los transeúntes al divisarlos. Nunca dejaba nada a la improvisación y su testamento fue un compendio de triquiñuelas para evitar que el Tribunal Supremo Canadiense anulara la excéntrica voluntad por ser contraria al orden público establecido.

La primera de las carcajadas de ultratumba se escuchó al ver las caras de los tres enfrentados juristas agasajados en la ironía del primer legado. El uso y disfrute de una de las casas de verano que Charles poseía en Jamaica. Una de las cláusulas apuntaba que, en caso de fallecimiento de uno de los abogados (a manos de cualquiera de los otros dos) el valor de su parte iría a parar directamente a la beneficencia de la ciudad.

Una acción de la empresa cervecera O’Keefe, de la que Charles fue multipropietario, fue entregada también a cada pastor protestante de la orden de Orange que hubiese en la ciudad de Toronto. Señalar que la fábrica era una empresa de origen y gestión católica. Siete destacados ministros metodistas y defensores de la templanza iban a recibir unas acciones por valor de más de 700.000 dólares participando también en la dirección y gobierno con la facción más católica del grupo. Glup!

Del mismo modo otros tres detractores del juego y las carreras de caballos, pilares morales de la comunidad no ludópata de Toronto, iban a recibir 25.000 dólares en acciones del «Ontario Jockey Club» el más conocido hipódromo y casa de apuestas de la ciudad.

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Cláusula número 9. El gran derbi de la cigüeña

» […] Y el resto de mis propiedades, donde quiera que estén, las entrego y dono a mis ejecutores y síndicos nombrados a continuación en fideicomiso para que las conviertan en dinero de la forma que estimen pertinente e inviertan hasta el vencimiento del periodo de cadencia -diez años desde mi muerte- para luego convertir y entregar todo a la madre que haya dado a luz el mayor número de hijos en la ciudad de Toronto desde esta fecha, según demuestren los registros con arreglo a estadísticas públicas. Si más de una madre comparte el mismo número total de hijos, según el mismo registro, se dividirá el dinero y sus beneficios acumulados en partes iguales entre ellas.» Charles Vance Millar

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Una Familia típica de la ‘Great Depression‘. Fuente

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Los medios de comunicación bautizaron al extravagante concurso como «El gran derbi de la cigüeña«, y siguieron el evento con un interés creciente. Los concursantes fueron identificados por los periódicos convirtiéndose en auténticas celebridades de la noche a la mañana. Pronto empezaron los problemas y las rivalidades surgidas por el premeditado vacío legal propuesto por el testador: abortos, hijos ilegítimos, fallecimientos prematuros.. La mismísima Corte Suprema de Canadá tuvo que tomar partido y hacer frente a todas las dudas y problemas surgidos para validar el absurdo concurso.

La mayoría de las participantes eran mujeres desempleadas con maridos en paro y que paradójicamente tuvieron que hipotecarse durante los diez años de concurso para sacar adelante los hijos ‘de encargo’ con esta singular ‘planificación familiar’. El porcentaje de abortos y de aventuras extramatrimoniales de este ‘sin sentido’ llevó a muchos de los concursantes -sobre todo a los no finalistas- a situaciones de extrema pobreza y necesidad.

El 31 de octubre de 1936, justo diez años después de la muerte de Charles Vance Millar, terminó el concurso con un empate técnico. Cuatro mujeres habían llegado a tal fecha con nueve vástagos vivos y ‘validados’ por la Corte Suprema: Anna Katherine Smith, Ellen Kathleen Nagle, Lucy Alice Timleck, e Isabel María MacClean se repartieron 125.000 dólares cada una para sacar adelante sus familias. Mención especial hizo la Corte a dos mujeres ‘finalistas’ que, si bien habían logrado llegar a los diez nacimientos, lo hicieron atajando por el camino de la promiscuidad con hijos no validados legítimamente amén de varios abortos. La comisión entregó a Lillian Kenny y Pauline Mae Clarke 12.500 dólares por el simple hecho de haber llegado a la ronda de apelaciones.

La última voluntad de gran Charles Vance Millar se había consumado.

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Fuentes y enlaces

Hay una película, de aspecto lamentable, que cuenta, a su manera, los hechos del ‘Gran Derby’. Podéis encontrar más fuentes al servicio de la documentación aquí, aquí, aquí y aquí.

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Si te ha interesado esta entrada, no deberías perderte:

-Bienvenido a Dharavi, el mayor tugurio del mundo

-Rainmaker. El hombre que inundó San Diego.

-¿Qué harías si te encontraras 30 millones de euros en medio de la selva?

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42 comentarios

  1. Este tio es un descojone

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  2. Esther

     /  febrero 19, 2010

    Lo siento, pero a mi me ha parecido un enfermo más que otra cosa. Más que sentido del humor, creo que tiene un morbo garbancero hacia lo peor de las personas, como la codicia, tal como explicita el post. Que alguien disfrute azuzando a mujeres para tener hijos sin ton ni son en tiempos muy duros ya lo dice todo. La risa y el humor pueden ser de muchos colores, hasta negro, pero aquí no le veo esa naturaleza especial…

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  3. sentimientosdeldiaadia

     /  febrero 19, 2010

    Curioso caso. El hombre tuvo que ser un chiste andante en vida.

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  4. sinbalas

     /  febrero 18, 2010

    Bonita historia, interesante manera de heredar , debiera haberlo hecho en vida, lo hubiera disfrutado mucho más. Saludos ……….. sinBalas.

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  5. rosaura

     /  febrero 17, 2010

    muy bueno me encanta como juega con la conducta humana era sin duda alguna un Guasón

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  6. ¡Qué bueno ha sido dar con tu blog!
    Me haces pasar unos ratos muy agradables ¡Gracias!

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  7. ke wuenaaahh !!

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  8. joe con el hombre y su testamento……

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  9. Pues mi opinión es que es -era- un idiota con muchas ganas de llamar la atención.

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  10. José Luis

     /  febrero 16, 2010

    Madre mía qué locura 😀 😀 vaya tipo mas bromista 😀 😀

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  11. Muy original.
    Les invito a visitar http://www.credoin7749.wordpress.com
    PEDRO.

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  12. Jelens

     /  febrero 16, 2010

    Yo es que me parto de risa jajaja. Vaya diez añitos más «movidos». Este hombre era un crack!

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  13. En los tiempos que corren, de baja natalidad y crisis económica, también tendría éxito el «gran derbi de la cigüeña».
    Genial y con mala leche el tío Charles.

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  14. genial… soy nueva aqui podrias agregamerma o como le ago para poder ser tu seguidora

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  15. Interesante y un tanto comica la historia de este hombre, es bueno tener buen sentido del humor 🙂

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  16. Amador

     /  febrero 15, 2010

    Coño, no sé cómo es la ley canadiense ni sé qué pone exactamente en el original, pero, si pones en tu testamento algo como «dejar prueba de mi locura», ¿no lo estarías invalidando?

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  17. jajaja que sentido del humor tan raro tiene la gente…

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  18. Schwejk

     /  febrero 15, 2010

    …si murió en 1926, de gran depresión, nada de nada, todo lo contrario. Lo que sí había, sobre todo a nivel de opinión pública protestante en Canadá pero también en EEUU, Suecia, Australia, Alemania… un gran interés por limitar la reproducción de los «inferiores raciales» ya fueran criminales «hereditarios», lapones, aborígenes australianos…

    Vance Millar era más cabrón de lo que parece, pero sólo con sus iguales.

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    • El concurso acabó en el 36. Esa década fue de las más duras de la historia en Canadá y el mundo entero, porque vivieron el auge y la caída de todo el sistema capitalista….

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      • montagut

         /  febrero 15, 2010

        Pero empezo en el 26, con lo que cuando ideo el concurso no habia todavia ningun signo que indicara la depresion que se produjo en el 29

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        • antirrevisionismo

           /  febrero 17, 2010

          Millar murió en 1926, en plena ola de prosperidad. No podía saber nada de lo que pasaría después. Lo que sí debió de tener en cuenta para su concurso fueron las teorías de Galton y otros sobre la eugenesia, la esterilización de los racialmente inferiores.

          http://en.wikipedia.org/wiki/Eugenics#Canada

          Por lo demás, una historia excelente.

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  19. Estas anécdotas son la sal de la vida, quizas la más alocada y absurda que haya leido.

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  20. El otro día leí por ahí que esas fotos eran un montaje del gobierno.

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    • ¿Qué fotos?.. ¿El retrato? ¿la familia? (que no tiene nada que ver con la historia)
      Deberías ser más explícito para ilustrarnos, no soltar el dato y salir pitando ¿no?

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  21. Debe estar riéndose aún hoy

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