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Por cada buen científico hay varios impostores y embaucadores dispuestos a atajar en el camino de construir una auténtica leyenda. Esta es la historia de Charles Mallory Hatfield «The Rainmaker», un vendedor a tiempo parcial de máquinas de coser que se convirtió en el fabricante de lluvias más famoso de la historia. Hombre enganchado a un maletín de productos químicos fue declarado por la plebe y el vulgo responsable de las inundaciones de la ciudad de San Diego (California) en 1916.
Cloudy Sky. By jw_creations
Nacido en Fort Scott, Kansas en el año 1875, Charles Hatfield y su familia se mudaron al sur de California en algún momento en los 80. En 1890 estaban viviendo en un rancho en Oceanside. Charles abandonó la escuela en secundaria cuando decidió convertirse en comercial de la New Home Sewing Machine Company.
Pronto cayó en sus manos el libro que iba a cambiar su vida . «La ciencia de la Pluvicultura» (Edward Powers 1871), un obra sobre métodos pseudocientíficos para la producción artificial de precipitaciones. Compendio y manual de los más grandes Rainmakers que recorrieron el Oeste americano durante las sequías de principios de siglo.
Ese mismo año, el gobierno norteamericano, a través del Departamento de Agricultura, realizó las primeras pruebas oficiales de pluvicultura sobre las llanuras de Texas dirigidas por el general H.E. Dryenforth y siguiendo el manual de Powers. En 16 días de explosiones en globos cargados de dinamita y cometas lograron tres tormentas y nueve lloviznas. Las conclusiones oficiales señalaron que si bien era posible causar artificialmente la precipitación a través de la conmoción atmosférica con explosiones y sustancias químicas, los grandes recursos necesarios lo hacían inviable. Esta resolución cebó y subió el caché de los Rainmakers.
Mientras, Charles, fue gestando su propia fórmula química, y empezó a experimentar en el molino de viento de su propiedad. Gran parte de su secreto se basaba en una mezcla de 23 sustancias químicas (incluído el hidrógeno y polvo de zinc) con agua y ácido, que lograba mediante la evaporación en grandes tanques galvanizados a 5 metros de altura, la precipitación de la humedad ambiental existente.
Charles Mallory Hatfield posando para una revista en 1919
El primero trabajo de Charles, bajo el mecenazgo del promotor y cazatalentos Fred Binney, consistió en provocar la lluvia para un pequeño grupo de ganaderos de Los Ángeles. Por 50 dólares Charles y su hermano levantaron una torre para provocar la evaporación de sus químicos. Tras dos jornadas de secano la lluvia comenzó a caer. Los satisfechos ganaderos doblaron los pagos a los Hatfield y sembraron el camino para la fabricación de un mito. Mientras, la oficina estatal de metereología declaro la lluvia de Hatfield como parte de una gran tormenta que se avecinaba.
En 1904 consiguió incrementar el nivel del embalse del Lago Hemet para la compañía estatal de Aguas en 7 metros tras producir 12 cm de lluvia, y posteriormente cobró 1.000 dólares de la Cámara de Comercio de Los Ángeles como encargo para la producción de 45 cm de lluvia durante los cuatro primeros meses de 1905, al final consiguió sólo una parte.
A lo largo de la costa oeste Estados Unidos, Canadá, y Alaska, Charles Hatfield seguía construyendo sus torres y mezclando sus químicos alternando los éxitos con los fracasos. Si una ciudad lo condenaba y pateaba en caso de no producir lluvia, su reputación permanecía intacta por los numeroso éxitos cosechados en otras.
Fotografía que acompañó Charles Mallory Hatfield en su presupuesto al Ayuntamiento de San Diego
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El desastre.
En diciembre de 1915 la ciudad de San Diego padecía de una pertinaz sequía que se prolongaba desde mayo. La población se había duplicado en cuatro años, y necesitaba un adecuado abastecimiento de agua para un crecimiento sostenible. Las precipitaciones medias habían sido demasiado intermitentes para reponer los agotados embalses y la reserva de agua del Lago Morena se encontraba a un tercio de su capacidad.
En este escenario, el Ayuntamiento de San Diego, presionado por el «Wide Awake Improvement Club» (Asociación burguesa con conexiones políticas) decidió aceptar la oferta enviada por Fred Binney (Antiguo mecenas de Charles) para crear 100cm de lluvia en las proximidades del Lago Morena sin afectar a la ciudad. El inteligente presupuesto, abierto en asamblea, decía:
«…Charles Mallory Hatfield se compromete a llenar el embalse Morena hasta rebosar, antes del mes de diciembre del año entrante, por la suma de diez mil dólares, o en su defecto entrego al embalse treinta pulgadas de lluvia de forma gratuita, siempre y cuando se me abone quinientos dólares por pulgada a partir de la trigésima y hasta la quincuagésima, a más tardar el 1 de junio de 1916. O, también, puedo conseguir cuarenta pulgadas …[sic].. durante los próximos doce meses, de forma gratuita, siempre y cuando me abonen mil dólares por pulgada entre las cuarenta y cincuenta pulgadas, por encima de las cuales estarían libres de carga….»
Afrontando el seguro aluvión de críticas, pero calculando que no tenían nada que perder con la segunda oferta; el consejo aprobó el presupuesto y ordenó la redacción del contrato a nombre de Charles Mallory Hatfield; el cual nunca llegó a firmar. Ya se encontraba junto a su hermano y colaboradores a las afueras de la ciudad armando el campamento, base de operaciones, y erigiendo las torres con los depósitos químicos.
campamento base de operaciones de Hatfield a las afueras de San Diego. Diciembre 1915
Torre de Hatfield en la reserva Morena.
Hatfield condensó la gota que colmó el vaso de las precipitaciones sin barruntar, egoístamente, la complicidad ‘divina’. El 5 de enero de 1916 empezaron a caer las primeras lluvias. La curiosidad de los que visitaron el sitio de los experimentos de Hatfield no fue alentada. No hubo sonidos de explosiones, ni grandes nubes de humo sobre las plataformas en las que los Hatfield vertían sus productos químicos. El viernes, 14 de enero, una constante lluvia comenzó a caer y continuó durante los siguientes dos días, y el domingo 16 pasó a proporciones torrenciales. Fue entonces cuando la ciudad, de repente, se acordó de los Hatfields.
A la mañana del 17 la situación era grave, el río San Diego comenzó a desbordarse y con él la rotura de hasta 110 puentes en su cauce. El ahogamiento del ganado, la caída de cables eléctricos y, paradójicamente, la rotura de canalizaciones desabasteció de agua la ciudad. En la noche del 27 de enero la represa de Sweetwater y la presa de Baja Otay se derrumbaron liberando una tromba de agua que acabó con la vida de más de 20 personas durante su recorrido a lo largo del valle de Otay. La ciudad estuvo completamente aislada durante una semana. …Por la ciudad se escuchaba el gritó:
…¡¡¡Que paguen a los Hatfield 100.000 dólares para que dejen de fumar!!! […] (en alusión a las nubes de productos químicos)..
San Diego anegado. Tranvía. Enero 1916
Desbordamiento del río San Diego. 28 de Enero 1916
Represa de Sweetwater destruida. 28 de Febrero 1916
Unos días más tarde, cuando los Hatfield decidieron marchar a pié a cobrar al ayuntamiento; lo hicieron disfrazados de otra identidad para evitar el linchamiento de los rancheros enojados. Una vez en el consistorio se declararon orgullosos y convencidos de su hazaña reclamando los pagos acordados por el rebosadero del embalse La Moderna aunque al final, esta se vertiera valle abajo. Hatfield aprovechó para esclarecer que las violentas precipitaciones se debieron a la potencia de la formulación química; un 300% más densa que las usadas en el Lago Hemet.
Como la ciudad no respondió a la solicitud de pago, Hatfield presentó con sus abogados una demanda el 2 de diciembre de 1916. Y se ofreció, seis meses más tarde, a resolver el litigio por una cantidad de 4.000 dólares. Una suma que dijo, era inferior a los gastos incurridos en el levantamiento de su campamento. La ciudad se ofreció a resolver si asumía los daños y perjuicios de la catástrofe que ascendían a un monto de 3,5 millones de dólares. Posteriormente, ya en el juicio, se dictaminó como «acto divino» las torrenciales lluvias; eximiendo a la municipalidad de los pagos concordados y dejando a Hatfield con el único consuelo de la publicidad generada. Esta le llevó a Nápoles en 1922 llamado por el Gobierno italiano para poner fin a una sequía. Su último contrato lo condujo en 1930 a Honduras, donde combatió un incendio forestal que duraba más de 10 días produciendo, según las fuentes, un total de 15 pulgadas de lluvia en dos meses .
La Gran Depresión llegó y los científicos finalmente aprendieron a ‘exprimir’ el agua de las nubes rociándolas con cristales de yoduro de plata. La carrera de Charles Hatfield como «Rainmaker» fue secándose. Charles se retiró del negocio y se estableció en Eagle Rock, un suburbio de Los Angeles, donde volvió a vender máquinas de coser. A pesar de que la lluvia agravaba su venas varicosas en sus últimos años, en 1956 a los 80 años de edad, Hatfield asistió al estreno en Hollywood de «The Rainmaker» (El farsante)., una película de Burt Lancaster y Katharine Hepburn inspirada en su carrera.
El 12 de Enero de 1958 a los 82 años de edad, murió en Pearblossom, California, llevándose a la tumba sus remordimientos por la certeza de sus actos como causa-efecto de la tragedia de San Diego y el secreto de la formulación usada en otros 500 eventos. En el Lago Morena un pequeño monumento de granito le recuerda con una placa que dice simplemente «Hatfield. The Rainmaker» .
Fuentes:
La historia la encontré olvidada y mal contada en la cola de pendientes de Digg; Luego buscando más datos me encontré con más cosas, y con esta, esta, esta y esta fuente donde también encontré las estupendas fotos que ilustran esta entrada. Por supuesto me apoyé en la wikipedia.
meneame si te pareció interesante. Gracias !
Nelson Guizzo
/ diciembre 11, 2014Otra pagina para ver rainmakers:
http://www.antecedentes.zzl.org
jose
/ enero 4, 2012buenasa la historia … de verdad que me intrigo mucho… aver si sabes algo mas lo pones pues je je je felicitaciones por tu blog muy bueno..
·L·))
/ septiembre 10, 2008Un hombre con ganas de «labrar» el cielo…fantástica historia!!…estoy segura de que sintió con toda su alma, la catástrofe de San Diego…
Sandra Gallastegui
/ septiembre 9, 2008Este en Holanda se muere de hambre. Mi paraguas y yo te saludamos.
Manji
/ septiembre 6, 2008Encontré tu Blog por azar y no deja de sorprenderme. mis más sinceras felicitaciones!!
Javier
/ septiembre 6, 2008Me agrado la historia, haces honor al nombre del blog «kurioso» por que resultan curiosas las historias que posteas.
Felicitaciones.
Saludos desde Japon.
remedios
/ septiembre 4, 2008Uffffff preciosa historia…»fabricante de lluvias»… me hubiera gustado conocer al protagonista. Increíble personaje.
Nada que objetar al estilo, en un blog personal las licencias poéticas están permitidas, ¿dónde si no?.
Toda mi admiración y hasta la próxima historia, que seguro que supera a esta…
vincenzo Valzan
/ septiembre 3, 2008Muy buenas historias.
Barrunto que no seremos «molinos» y yo los únicos que encontraremos la citada frase excesivamente rebuscada, pero el estilo general me encanta.
Felicidades! aquí tienes un seguidor.
Ruben
/ septiembre 2, 2008Me encantan estas historias.
molinos
/ septiembre 2, 2008Esta historia me ha gustado más que la del chino naúfrago. Aun así..esa redacción hay que cuidarla
» Hatfield condensó la gota que colmó el vaso de las precipitaciones sin barruntar, egoístamente, la complicidad ‘divina’»…es muy pedante.
besos guapo…