Niños encadenados. Historias enlazadas.


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Farras, Hajira, Kong y Carlos son cuatro niños menores de 12 años de otras tantas esquinas del mundo esclavizados por un trabajo que no les pertenece. Son eslabones de una cadena de más de 220 millones de niños explotados y cautivos de su trabajo. Inocencias interrumpidas por una globalización que viola con descaro e impunidad sus derechos más fundamentales. La que sigue es una historia global, más gráfica que estadística, que encadena sus infancias robadas para remover conciencias saturadas y herir susceptibilidades adultas.

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«Stop Child Labour». fuente

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La fábrica de ladrillos de Karkhla, Pakistán.

Farras Khan Shinwari, trabaja junto a sus dos hermanos en la fábrica de ladrillos de Karkhla a 15 km al este de Peshawar, en Pakistán. Refugiados de guerra, su familia abandonó Afganistán huyendo de la pobreza más absoluta para trabajar en la fábrica a sueldo.

De madrugada, para evitar las evaporaciones, comienza la jornada regando los montones de arcilla y mezclándolos a azadón puro para más tarde malear con sus propias manos los bloques. Por menos de un euro al día trabaja 12 horas seguidas fabricando y trasladando sobre su cabeza las piezas. Sus hermanos, de 3 y 2 años son piezas fundamentales en la cadena de fabricación. Debido a su limitado peso, son los encargados de dar la vuelta a los ladrillos, sin deformarlos, en el secadero para airearlos.

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Los niños del polvo negro. Reciclando pilas en Dacca, Bangladesh.

Hajira, tiene 8 años y vive en Dacca, capital de Bangladesh. Durante 14 horas al día machaca viejas baterías con el ladrillo de Shinwari para extraer la varilla de carbono, limpiarlas y reciclarlas. El polvo negro de carbono desprendido lo invade absolutamente todo y provoca multitud de infecciones por inhalación en los niños que juegan en torno al taller. Algunos tienen vetas de sangre constantemente brotando por la nariz. Hajira logra 6 Takas (10 céntimos de euro) por cada 1.000 varillas que limpia cada jornada mientras cuida de su hermano pequeño en el sucio habitáculo donde trabaja. Su madre limpia unas 3.000 varillas y con todo ello pueden comer cada dos días.

Hay cientos de pequeñas factorías como la de Hajira en la capital de Bangladesh. Familias enteras dedicadas a la extracción del carbono y pequeñas piezas de metal (zinc). Una vez separados y limpiados en el río Buriganga, los materiales son enviados a las fábricas para fabricar nuevas baterías y el metal a fundición para artesanía. Los desechos y las montañas de carbón se depositan en la ribera del Buriganga para ganar terreno al río y disponer de más espacio de trabajo.

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La montaña de basura humeante de Phnom Penh, Camboya. Buscando tesoros.

Kong Siehar, es una niña de 11 años de impresionantes ojos verdes que trabaja buscando las pilas usadas de Hajira y otros tesoros metálicos en la tremenda montaña de basura humeante en Phnom Penh, Camboya. Una colina de 40 hectáreas salpicada por infinitos fuegos que estrangulan el aire con gases tóxicos. Los ojos de Kong lagrimean constantemente como defensa y protección al humo ponzoñoso.

La mayoría de los buscadores son niños de entre 7 y 11 años que se pasean descalzos durante 12 horas por montañas de desperdicios empapados buscando cualquier cosa susceptible de ser vendido. El fuego contamina sus pulmones pero ayuda a localizar más rápidamente los metales. El salario medio no llega al medio euro diario cuando encuentran metal y consiguen atraer a compradores. Un estudio japonés reciente ha detectado que el nivel de dioxinas procedentes de la combustión química de la basura y los metales pesados hallados en el metabolismo de estos chicos son suficientes para explicar el creciente número de cánceres detectados.

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Lágrimas verdes de Muzo, Colombia. Minas de esmeraldas.

Carlos tiene 12 años y trabaja con su hermana pequeña y su padre filtrando con pala y tamices las sobras y desechos de piedras y lodo provenientes de una de las minas legales de Muzo, a 90 kilómetros al norte de Bogotá, Colombia. Su cometido es buscar las lágrimas verdes de Kong, minúsculas esmeraldas o polvo de ellas escapado del filtro de la mina. Son piedras de un intenso verde, consideradas por los gemólogos como las de mayor calidad del mundo. A diferencia de Kong, Hajira y los hermanos Shinwari; Carlos no cobra nada por su trabajo; depende de la suerte de encontrar alguna fracción de gema.

Sus padres son los “guaqueros” del infierno verde, esmeralderos empecinados en hacer fortuna fácil a costa de los esfuerzos de sus hijos; la “guaquería”. Utilizan a los niños para cribar la morralla e incluso para picar en túneles demasiado angostos.

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Fuentes y enlaces.

Los nombres y personajes de esta pequeña encrucijada son todos reales, aderezados como siempre, por la mano de Kurioso. Las fotos corresponden a niños sin nombre que viven la misma historia y en los mismos lugares que nuestros protagonistas. Las diferentes historias las saqué de aquí, aquí, aquí y aquí. Las fotos son casi todas de flickr, [Shehzad Noorani ,1,1,1,1,1;2,2,2,2,2,2,2,2; 3,3,3] excepto las de Karkhla que son de la fotógrafa Mimí Mollica. Todas las fotos han sido tratadas y filtradas para limitar su saturación y homogeneizarlas, intentando conservar así cierta coherencia en el hilo argumental gráfico. Espero me perdonen sus autores.

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Si te gustó esta entrada no te pierdas «La ciudad de los niños Rata»

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77 comentarios

  1. Tengo una queja! porque usas una de mis fotografias?

    Responder
  2. Fernanda

     /  noviembre 5, 2013

    hola, quisiera saber el nombre del fotógrafo que tomó la imagen que usted está utilizando en su artículo. Gracias

    Responder
  3. pobre niño dan pena

    Responder
  4. saioa

     /  enero 7, 2013

    es imposible no llorar cuando lees esto…

    Responder
  5. Boletín ENAH

     /  octubre 9, 2012

    Desgraciadamente México tampoco se queda atrás.

    SERIE PUBLICADA EN TRES ENTREGAS
    Diario Excelsior
    Reporteras: Marcela Turati, Laura Toribio y Lucía Irabién
    PUBLICADO EL 27 DE JUNIO
    Niños Jornaleros: los riesgos
    La muerte se empaca en guacales
    El fallecimiento de 30 menores de edad en la reciente temporada de pisca en Sinaloa
    muestra que México está muy lejos no sólo de erradicar el trabajo infantil en zonas
    agrícolas, sino de hacerlo menos letal.

    Daniel San Juan Tolentino cavó su propia tumba. Un montón de tierra se le vino encima
    y lo sepultó. El encargo de la jornada fue mortal: excavar una zanja que evitaría que las
    lluvias estropearan la cosecha donde trabajaba como jornalero. No terminó, porque el
    aguacero lo tomó por sorpresa.
    Vino un deslave. Murió asfixiado. Tenía 12 años.
    En los campos de cultivo de las zonas agrícolas del país, estos accidentes
    han dejado de ser esporádicos. Entre los sembradíos de jitomate, uva, café, caña o
    tabaco cerca de 374 mil niños entre 6 y 14 años crecen como un plantío más.
    A ellos no se les ve en los parques, jugando futbol o andando en bicicleta. Catafixian los
    juegos de destreza para desarrollar su habilidad llenando baldes de hortalizas. Las niñas
    tienen que olvidarse de jugar con muñecas.
    Cuando no tienen edad para trabajar juegan a la mamá y cuidan a sus hermanitos
    menores. Van a contracorriente de su proceso de desarrollo infantil. Se levantan en la
    madrugada para iniciar una dura jornada.
    En los campos de cultivo no importa si son niños o adultos todos le entran parejo al
    desyerbo, la recolección, la selección de frutas y hortalizas, el empaque y la carga.
    Junto con sus familias, estos niños tejen las rutas migratorias del mercado de trabajo
    agrícola. Salen de las comunidades más pobres del país en Guerrero, Oaxaca, Hidalgo y
    Chiapas para migrar de manera temporal o a veces definitiva a Baja California, Baja
    California Sur, Durango, Michoacán, Morelos, Nayarit, Puebla, San Luis Potosí,
    Chihuahua, Sonora y, principalmente, a Sinaloa.
    A los 10 años son enrolados en el trajín bajo pésimas condiciones laborales: descansan
    un día a la semana, se bañan en aguas sucias de los canales de riego y viven en
    barrancas insalubres con una letrina para 20 familias.
    Un estudio de Unicef del año pasado documenta que los niños son empleados en 23
    regiones agrícolas de diez estados del país. El 46% de ellos trabaja seis días a la semana
    y 35% no tiene descansos. Según la Encuesta Nacional a Jornaleros Migrantes y del
    Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (ENJM/Pronjag) tres de cada siete niños
    entre seis y 11 años de las familias jornaleras se suman al trabajo asalariado en los
    campos.
    Esto ocurre a pesar de que las leyes mexicanas prohíben que los menores de 14 años
    sean empleados en campos agrícolas. Sin embargo es letra muerta.

    Responder
  6. carlos humberto matute cruz

     /  octubre 8, 2012

    DE QUE ME SIRVE DEJAR COMENTARIOS SI NO LES PUEDO AYUDAR A ESTAS PERSONAS DESEARIA QUE DIOS RECIBIERA EL ALMA DE ESTOS NIÑOS, SI JEHOVA DIOS SE ACUERDA DE ELLOS NO LO SE, DESEARIA DAR MI VIDA POR LA VIDAD DE ELLOS. AUNQUE NO TENGO NADA DESEARIA DARLES LO QUE NO TENGO.

    Responder
  7. Raul

     /  abril 23, 2012

    que grandisima injusticia

    Responder
  8. A esto no hay derecho como estay acabado con el mundo por tener más y más y no veis esta realidad .
    INJUSTICIA CON LOS NIÑOS .
    injusticiasninos.blogspot.com
    cuandiodosseresseluzc.jimdo.com

    Responder
  9. Todo el mundo deberia ver estas fotos.!

    Responder
  10. Angelica Escalante Wong

     /  noviembre 18, 2011

    Como hemos llegado a esto? en que parte del camino nuestros pies se desviaron para seguir un camino lacerante lleno de egoismo, traición, simplemente para ocasionar dolor. El fin de la evolución no importa si entre sus procedimientos se lleva vidas, sufrimientos, perdidas. Aveces es preferible pensar en el humano como un ser quieto y sin aspiaciónes, que verlo en total evolución…

    Ojala y no nos cobren la factura de todo el daño que estamos haciendo como humanidad porque yo creo que no alcanzarásmos a pagar el sufrimiento total que hemos causado.

    No lo pensemos, hoy hagamos que del sufirmento surja una alegría, no importa en que lugar donde estamos…

    Responder
  11. y asi nos quejamos amigos mios… Despertemos …

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  12. Todo El Planeta somos tan culpable como aquellos que les quitan la infancia a millones de niños en todo el mundo.

    Responder
  13. Fabiola Peña Aznarán

     /  diciembre 31, 2010

    que es esto , en que mundo estamos, estos niños deben estar jugando en su casa, estudiando, donde esta la Organizacion de los derechos del niño, de veras que les falta a esas autoridades asumir y cumplir realmente su cargo, solo estan alli para ganar un buen sueldo y no hacer nada de nada por niños como ellos en esta situacion o peor aun, hasta donde va la extrema pobreza, hagan algo por favor piensen que son us hijos y ayudenlos.y a la empresas que mal de verdad solo les interesa ganar dinero, enriquecerce a costa de vidas humanas y los mas indefensos los niños.

    Responder
    • ericcson

       /  enero 6, 2011

      sabes donde estamos?? aqui, en la comodidad de un trabajo, de un hogar de un locutorio o cafe internet expresando nuestra opinión, consumiendo productos de estas empresas explotadoras, llenas de sangre, sed de poder y dinero. Puedo nombrar algunas pero ya las conocemos, te has vestido con ellas, has comido de ellas…

      Responder
  14. montaño

     /  diciembre 1, 2010

    Te quiero explicar algo mi familia a trabajado varias generaciones en las minas de esmeralda y te aclaro algo por hay derecho solo te quiero explicar que a diferencia de otros paises los niños en colombia no son obligados a trabajar simplemente la tradicion y yo soy uno de ellos nos empuja a seguir y aprender las labores de nuestros padres que lo hacemos si pero es por puro gusto de aprender el oficio de la familia, nadie asolubtamente nadie nos obliga a trabajar vamos a la escuela y jugamos de forma normal, gracias a esas minas del infierno como tu las llamas tenemos escuela y una iglesia y computadores. solo te queria aclarar esto ya que yo soy orgullosamente trabajador del infierno verde como tu lo llamas, y no me averguenso de la tradicion de mi familia.

    Colombia, Antioquia, segovia.
    01,12,2010

    Responder
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